Cuando se habla de Ibiza, muchos piensan de inmediato en fiestas interminables, playas repletas de gente y vida nocturna vibrante. Sin embargo, la primavera en Ibiza es una experiencia completamente distinta: tranquila, llena de colores, aromas silvestres y un ambiente relajado que invita a explorar la isla desde otra perspectiva.

Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, Dalt Vila, el casco antiguo de Ibiza, es un imprescindible en cualquier visita. En primavera, pasear por sus calles empedradas es una experiencia mágica, sin el calor intenso del verano ni la saturación de turistas. Se puede conocer sus murallas y bonitos miradores, además de ver la Catedral de Santa María.


La playa de Cala d’Hort es famosa por las vistas privilegiadas hacia Es Vedrà, un enigmático islote envuelto en leyendas. En primavera, las aguas aún están frescas, pero el paisaje es espectacular y perfecto para un picnic al atardecer. Precisamente cuando termina el día es uno de los momentos más recomendables para disfrutar en este sitio.

Ubicado en el centro de la isla, Santa Gertrudis de Fruitera es un remanso de paz y creatividad. En primavera, su plaza se llena de vida tranquila y se convierte en un lugar ideal para disfrutar de un almuerzo bajo el sol. Las tiendas de arte, diseño, además de los embutidos locales, son parte de los encantos.

La primavera es la mejor época para caminar por los paisajes naturales del norte de Ibiza, donde predominan los pinares, acantilados y caminos costeros. Se puede hacer rutas desde Portinatx hasta el Faro de Moscarter, además de aprovechar para hacer una caminata circular por Es Amunts, que es uno de los puntos más salvajes de la isla. Recomendable es también el sendero hasta la playa de Cala Mastella.

El municipio de Sant Josep alberga la montaña más alta de Ibiza: Sa Talaia, ideal para subir caminando y obtener vistas panorámicas de toda la isla. Una caminata temprano es una de las mejores opciones para disfrutar de buen clima. Fuente: porconocer