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Desierto de Palmira (Chimborazo): guía turística para que pueda visitarlo
A pocas horas de Guayaquil se ubica un singular destino de arena, de 10 hectáreas, que ha ido ganando popularidad.
Las imágenes más representativas del turismo del Ecuador continental generalmente nos llevan a resaltar nuestras fantásticas playas, montañas o selva amazónica. Pero existe otro paisaje diametralmente distinto que también podría ubicarse como ícono de la industria de viajes del país: el desierto de Palmira.
Para llegar desde Guayaquil a ese escenario tan particular y poco conocido hay que tomar la vía E40 hasta El Triunfo; de ahí se continúa por el desvío que lleva paulatinamente a Huigra, Alausí y, finalmente, Palmira. Son aproximadamente cuatro horas en carro particular.
Otra opción, más larga, es viajar hasta Riobamba y luego dirigirse hacia la cercana población de Guamote, ubicada a 59 kilómetros al sur, lo cual requiere una hora de viaje en los buses que salen desde la terminal terrestre de la capital de la provincia de Chimborazo. El desierto se encuentra a 16 km (15 minutos) de Guamote, para lo cual se puede tomar un taxi; el costo de la carrera es de unos $ 6.
Para quienes viajan en vehículo particular, una vez en Guamote deben dirigirse en dirección a la parroquia Palmira Dávalos y, antes de llegar a esta, tomar la vía San Francisco de Bishud por aproximadamente 1,2 km.
Preguntar a la comunidad
El camino principal está muy bien señalizado, pero, ya en la zona, resulta necesario el apoyo de los habitantes de la comunidad para recibir las indicaciones en el último tramo, comenta Eliana Núñez, ambateña que junto con su esposo, Josué Pazmiño, dirigen un club de viajeros que buscan visitar destinos poco comunes de la geografía nacional, los cuales promueven a través de su canal de YouTube (Ecuador y sus paisajes oficial).
Su video del desierto de Palmira registra el récord de vistas (249.868), seguramente por la curiosidad que despierta saber que en medio de las montañas de los Andes existe amplio paisaje sembrado de dunas de arena.
También porque el audiovisual, fechado el 7 de junio de 2020, narra cómo Eliana y Josué se llevaron un susto mientras iban en su vehículo a Palmira por primera ocasión ya que, de pronto, apareció en el camino lastrado un poblador indígena de aspecto amenazante que sostenía un machete. Era ya comenzando el anochecer. Primero intentaron huir con el carro en reversa en el angosto camino lastrado, pero luego se acercaron para presentarse adecuadamente ante ese señor que, por cierto, sostenía el machete porque pocos minutos atrás estaba cortando leña, les explicó después.
La gran moraleja de esa anécdota, señala Josué, es que siempre resulta aconsejable tomar directo con la comunidad para solicitar toda la ayuda necesaria. “Las personas de las zonas rurales siempre son muy cordiales”, dice. Así lo confirmó al observar que ese poblador, quien también aceptó que se sintió extrañado ante la presencia nocturna de un vehículo todoterreno con personas extrañas a la comunidad, se convirtió en su amable anfitrión en esa visita que los llevó a pasar la noche de campamento para, a la mañana siguiente, llegar a las dunas de arena gracias a la guianza de cuatro niños que gentilmente los acompañaron.
Zona de juegos
Ellos fueron precisamente grandes protagonistas de ese video, ya que se los observa corriendo y deslizándose sobre las dunas, que son pequeñas colinas que funcionan como animados toboganes. Es más, algunos turistas improvisan trineos con pedazos de tabla o elementos planos de plástico para dejarse resbalar por esas pendientes que se multiplican en todo el panorama.
Eliana recomienda acceder a la parte alta de las dunas, donde los comuneros han establecido una rústica operación turística que brinda guianza y, en algunos momentos, cabalgatas para atraer a los visitantes, aunque resulta esencial controlar que tales incursiones sepan proteger adecuadamente el lugar porque en ciertas ocasiones han encontrado basura.
Precisamente, la segunda visita de este club fue para cumplir una minga de limpieza en una de las zonas de Palmira, excursión que nuevamente tuvo como componente particular una noche de campamento para observar el cielo estrellado desde el desierto.
El campamento se realizó hace uno cinco meses en el sector de Galte Laime Alto, donde se localizan las dunas más elevadas e impresionantes, dice Eliana, quien agrega que el paisaje desértico, aunque no es demasiado extenso, realmente conmueve por su belleza y peculiaridad.
Tan elevado componente estético se debe, además, a que el desierto está rodeado de un bosque de pinos que tiene su historia. En 1997, integrantes del Comité de Gestión Local de Guamote comenzaron a sembrar esos árboles con el objetivo de contener las tormentas de arena y el avance de la acelerada erosión del suelo que desertificaba el páramo. Las 10 hectáreas que conforman el desierto de Palmira es la zona que finalmente no se pudo recuperar.
El sitio, cuyas temperaturas fluctúan entre 8 y 24 °C, suele presentar lloviznas en determinadas horas del día, pero es una gran opción para viajeros que desean conocer un paisaje desértico dentro del Ecuador, coinciden Eliana y Josué. ¡Jamás lo olvidarán!. Fuente: eluniverso.com
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